jueves, 1 de noviembre de 2012

PATAS DE MOSCA.


El vicio de escribir, bendito vicio, lo traigo arraigado en el alma, empezó por mera casualidad cuando recién me crecieron alas y me fuí una temporada a Inglaterra, estrenando mis dieciseis añotes y una libreta para anotar todas las peripecias del viaje. 
Todavía guardo aquella libreta, y de cuando en cuanto le hecho una hojeada, soprendido de cuanto cambian las formas a lo largo de la vida pero cuan poco cambia el fondo,  la esencia que tenía antaño es la misma que tengo ogaño, si acaso algo maquillada por las arrugas y las maneras que solo da la madurez. 

Pero el vicio de escribir sobre lo cotidiano arrigó profundo en mi ser,  esta costumbre tan personal de desmenuzar con palabras del devenir cotidiano para luego encontrarle significados distintos,  maneras diferentes de ver las cosas. 

Patas de moscas que son las letras, unas patas de mosca que probablemente nadie lea y poco más les importen, pero ese no es el motivo por el las plasmo en esta pantalla, sino como una imperiosa necesidad del ánima que tiene de expresarse y de petrificar pensamientos y sentimientos en palabras, y es en ese sentido que inicio la experiencia de escribir este mi primer blog.