sábado, 14 de marzo de 2015

LOS MOTIVOS DEL ESCRITOR...

Los resortes que mueven a un ser humano a escribir historias, en veces son evidentes, las más están disimulados en su alma... Tal vez y digo tal vez porqué en la relatividad de un arte no caben verdades absolutas, el escritor está insatisfecho con las realidades cotidianas de su entorno y es en la escritura donde encuentra las formas y las maneras de cambiarlas a su antojo, de convertirse en un dios (Así en minúsculas) creador de un cosmos particular, de sus integrantes y al igual que esos dioses de la "d" minúscula sufrir al parejo los avatares de sus personajes, porqué la escritura se goza y se sufre en partes parejas, en una suerte de equilibrista que va por la cuerda floja de la hoja en blanco, equilibrando la pértiga del gozo y sufrimento mientras los personajes cobran vida, personalidad propia, sueños, riquezas y miserias en su actuar.
No hay en el mundo un buen escribiente que antes no haya sido un buen leyente, hay que tener las alforjas llenas con mil vidas leidas, veinte mil palabras y dos mil trescientas frases, para lanzarse con cierta ventura en ristre en el empeño de darle vida y alma a un personaje sobre una hoja de papel... Pero lo anterior no ajusta, hay tambien que haber vivido los verbos a plenitud, amar como un Romeo, comer como un sibarita, sentir el encabronamiento del bravo en las tripas, ese que corta de un tajo cualquier razón, desear como un potro encabritado que ha olido el celo de su hembra, temer, sufrir como esos condenados a muerte e inclusive sentir ese sufrimiento bravo de algunos condenados a vida...

Los motivos del escritor son variopintos, algunas plumas mercenarias quieren fama, fortuna, aplausos, así como para contruir con ellos un ego inmenso al que subirse y del cual saltar para suicidarse cuando cesen los aplausos... Otras plumas bailan sobre el papel como un vicio (Benditio vicio) una necesitad brava e irremediable del alma de plasmar palabras para preservarlas del olvido, recuerdo que alguna vez un cierto vicioso de las letras que por cierto lo vi hoy por la mañana en el espejo de mi baño mientras me rasuraba, que al llegar una idea no tuvo papel ni pluma donde escribir, pero en la casa donde pernoctaba había una construcción y así que consiguió un cabito de lapiz rojo que afiló con un cuchillo y arrancó unos costales de cemento para usarlos a guisa de papel...

Los motivos de este escritor, lo confieso es el vicio, el vicio de escribir... Bendito vicio al que me espero dedicar de punta a cabo este fin de semana

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